Antes de que el término Freak se hiciera universal, estos ya lo inventaron... Las series norteamericanas desde los setenta, hasta que los Simpsons hicieron cuña y Family Guy rompió la baraja, tenían como recurso narrativo princeps el mezclar a gente dispar y dejar que las gracias brotaran a cascoporro. ¿Un maniático de la limpieza y un cerdete?: ponlos a vivir juntos y es un no parar de risas. En este caso, a algún lumbrera se le ocurrió mezclar a un comentarista deportivo más bruto que un arado, a una semiaristócrata con una evidente rigidez rectal y... ¡a un enano negro, copón!. ¡Como si con Arnold no hubieramos tenido suficiente!. Vamos a ser francos: dejando a un lado que las situaciones no tenían mucha gracia, que el abuelo griego no pegaba ni con cola y que todo era muy ñoño, el meter a un pollo de edad indeterminada y con un claro problema endocrino-hormonal daba al conjunto un aire irreal y siniestro más próximo a las barrabasadas oníricas de David Lynch que a una sit-com al uso. De hecho, no pocas veces parecía que el tal Webster iba a salir detrás de unos cortinajes rojos hablando al revés...

No en serio, tenía poca chispa el asunto.