Bella, admirable, perfecta, excelente, adjetivos con los que clasifico esta obra, remueve emociones con cuatro personajes soñadores, frágiles y risueños. Atrapados en oscuras fantasías y por el placer ofrecido por las adicciones, Réquiem nos muestra la felicidad vacía y el inevitable final trágico de sus protagonistas. Darren Aronofski pudo encontrar el equilibrio para que su segundo filme fuese respaldado por guión, actuaciones, escenografía, caracterización, fotografía, dirección y música.

Clint Mansell creó la perfecta banda sonora y de forma esplendorosa se aplica en momentos propicios de soledad, alucinación y entrega. Música tan absorbente durante la proyección del filme como deleitante en el momento de escucharlo en otro lugar.

Las emociones robadas al espectador resultan de todo el equilibrio, nada roba cámara, todos son importantes, el vestido rojo, la televisión, los ojos, el departamento, las vecinas, el proxeneta y todo aquello que rodea a los personajes principales. El gran trabajo de dirección refleja actuaciones increíbles, extraordinarias y ubica a Helen Burts a la crítica de manera satisfactoria.

Como ejemplo de calidad del cine independiente estadounidense y lejos de los efectos especiales recurrentes y de lo absurdo, es una corriente a la que podemos recurrir y apoyar para su difusión y que resalte en nominaciones que vayan más allá del glamour (Salma Hayek), la moda (Brocke Back Mountain), el impacto visual (Spider Man, King Kong) o las tendencias políticas (Fahrenheit 9/11).