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Juan Marey rating:
9
Language of the review:
  • es
June 25, 2017
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“El cochecito” pertenece a una época, los años 50 y 60, en la que se rodaron verdaderas maravillas dentro de nuestras fronteras, y es que creo no exagerar si digo que aquellos años fueron los mejores del cine español, con las míticas películas de Berlanga que todos conocemos, o títulos tan imprescindibles como 'Calle Mayor', 'La Tía Tula', 'Muerte de un Ciclista', y tantos otros, films que hacen palidecer una buena parte del grueso de la cinematografía española actual, la cual muchas veces se cae por sí sola, pero ése es otro tema. El guión fue escrito por el gran Rafael Azcona basándose en su propio relato "El paralítico" incluido en su libro "Pobre, paralítico y muerto" del año 1957. El personaje que centra la historia es Anselmo, un jubilado que se puede catalogar como un niño grande algo caprichoso, aunque sea un personaje que nos transmite simpatía no oculta su personalidad egoísta, más preocupado en ser aceptado por su grupo de amigos que en el real problema que viven ellos. Esas ganas de aceptación por parte de Anselmo, hará que éste enfermé, no físicamente, pero si en su estado mental, convertirá el vehículo en cuestión en una obsesión compulsiva, un capricho que a pesar de no necesitarlo (no tiene problemas para andar) si lo necesita para integrarse en su grupo de amigos.

Ferreri nos muestra en "El cochecito" personajes muy humanos que viven situaciones inverosímiles, siendo su naturalidad y sencillez lo que hace que nos ganemos su simpatía, siendo capaces de sacarnos alguna sonrisa dentro de los problemas que viven. El perfecto guión de Azcona permite al director realizar un film que podría considerarse como una especie de respuesta al neorrealismo italiano, tan de boga por aquellos años, realizando una descripción totalmente detallada del Madrid de la época; una excelsa fotografía de José julio Baena nos regala un precioso recorrido por el Madrid de la época, auténtico documento histórico en el que podemos ver: escolares de uniforme acompañados por dos monjas de la caridad, obras en vías públicas, visitas al cementerio, tráfico rodado característico, tiendas de empeño, picaresca existente…

Los actores están todos sensacionales, pero quien brilla en todo su esplendor es, evidentemente, don Pepe Isbert, uno de los más grandes secundarios de nuestro cine, aunque en algunas películas como ésta fue el protagonista principal. En uno de sus más legendarios papeles, Isbert destila humanidad por todos los lados, y es absolutamente imposible no querer a ese simpático, triste y cabezón anciano, obsesionado hasta límites insospechados con su nuevo jueguecito. A su lado, y en papeles más secundarios, tenemos a José Luis López Vázquez, que parece que lleva en esto del cine desde el principio de los tiempos, y a una joven Chus Lampreave, muy, muy distinta, lógicamente, a lo que décadas después nos acostumbró.

Otra joyita del cine español que permanece en el ámbito subterráneo, que no goza del relumbrón de otras películas, pero que sin embargo guarda virtudes y bondades para ser un pequeño clásico.
Juan Marey
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