Estamos ante una película de espionaje extraña, fría y un poco sórdida, y en la que se desaprovecha un gran reparto de actores al representar un argumento un tanto absurdo, ya que, si se sitúa la acción en Berlín, en los años 60,es inevitable abordar la Guerra Fría, ¿no? Pues no, ni americanos ni soviéticos: la película nos cuenta una historia acerca de una peligrosa organización nazi o neonazi, que resulta ser bastante absurda, históricamente, y desde cualquier punto de vista, pues muchos nazis, tras la Segunda Guerra Mundial, fueron reclutados por los norteamericanos o por los soviéticos. Quiller, el personaje interpretado por George Segal, se adentra en un mundo peligroso que lo es porque así nos lo hacen creer, pero que carece de una base real.

Esta película debe de ser una de las peores de la filmografía de su director.