Sin duda estamos ante una de las películas menos conocidas de Robert Aldrich, rodada, para más inri, en una de las etapas más bajas de su filmografía. El guión se centra en una especie de pelotón de castigo, formado por soldados caídos en desgracia ya durante el régimen nazi, y empleados en la peligrosísima tarea de desactivar bombas, que después de acabar la Segunda Guerra Mundial vuelven a Berlín, concretamente al sector occidental, para seguir desactivando bombas.

La premisa argumental es interesante, pero por desgracia queda empañada o malograda por un desarrollo narrativo que escamotea datos e información sobre esos especialistas (¿por qué el personaje de Jack Palance es un hombre atormentado, y por qué el de Jeff Chandler es un cínico?), además de que el personaje de Martine Carol parece metido con calzador en la trama: ¿qué pinta una francesa en Berlín, recién acabada la guerra?