Haneke es un maestro filmando historias cotidianas. La cámara nos muestra la realidad, sin nada más. Su crítica a las clases altas y su estilo de vida, estructura familiar, altivez, sentimiento de superioridad/invulnerabilidad/diferencia alcanza en esta película su expresión más sobresaliente. No nos tiene acostumbrado Haneke a la sutileza y los extremos romos, pero al hacerlo de esta manera, provoca menos rechazo y el mensaje entra hasta lo más profundo de muchos más cerebros. Luego tenemos la frialdad de lo real que siempre nos trae el director nacido en Alemania (aunque de nacionalidad austriaca) y que tanto efecto causa en sus espectadores. A mí me ha encantado, y más aún con esos toques surrealistas que inteligentemente ha introducido; y no es tan dura como la pintan, simplemente es que la vida, a veces, es difícil.