Con las pinturas negras de Goya de fondo, High Rise es en el peor de los casos un sinsentido cuyos interrogantes se desvelan en el momento final de forma confusa. En los últimos minutos acabas de comprender la tesis que gotea a lo largo de las dos horas de película. En el mejor de los casos, es una obra inquietante por estrafalaria e impactante, que nos habla de la facilidad con la que surge el conflicto social cuando las diferencias entre personas son demasiado apreciables y se lucen con ostentación, de la imposibilidad de reconducir la vida humana a proyecto utópicos, de la frivolidad inherente a la opulencia sin bases técnicas o morales, de la violencia que sobreviene a la miseria o al aburrimiento. Es una fábula hecha por perturbados para gente que se cree lúcida pero pecará de los mismos vicios. Es un cuento donde resuenan los ecos del terror jacobino. Por todo ello, es deliciosa con un gran margen de mejora.