Un joven huérfano francés es criado por su abuela y en su cabeza solo está montar en bici y llegar a ser un profesional. En la primera edición del Tour de Francia que llega a correr, un extraño y desagradable suceso ocurrirá y cambiará la vida de todos los protagonistas…¡Allez, allez!

Durante la magnífica velada de una calurosa tarde de julio en los jardines de Bodegas Franco Españolas de Logroño, se proyectó con el ocaso del sol, una película de animación del director y guionista francés Sylvain Chomet. La cinta, de 2003, tuvo en su momento una amplia y reputada carrera por los festivales de medio mundo y llegó a obtener nada más y nada menos que dos nominaciones a los Oscar de esa edición. Así que la cita sin lugar a dudas pintaba genial, y más en compañía de dos buenos amigos y de un par de botellitas de Diamante pero, desafortunadamente, la película no colmó mis expectativas y me defraudó bastante. Y eso, a pesar de que el ciclismo es una de mis grandes aficiones y la película versa mayoritariamente sobre ello, pero no entré nunca en la trama, me pereció muy inverosímil y a los pocos minutos desconecté y le di a la bebida y a la sin lengua con más ahínco. Solo la turbia y oscura atmósfera que envuelve la cinta me produce un cierto desasosiego admirable, pero el contenido no merece la pena porque ni sabe a dónde va ni de dónde viene.

Sacapuntas de oro: La punzante e inquietante banda sonora. Lo bien que transmite la dureza del ciclismo y su enorme sacrificio. Que no es una película de dibujos para niños.

Sacapuntas de madera: Que aún siendo corta se te hace eterna. La escasez de diálogos que podrían haber dado más chicha y sustancia a la trama. Que parece una película de marcianos por sus inverosímiles tramas.

Nota: 2,5 Sacapuntas.