En mi opinión nos encontramos ante una de las más maravillosas películas de Kurosawa y de la historia del cine, una película inolvidable.
Una película bella, pura, sensible, simple y grande, eterna, una canto al hombre, a la naturaleza y al amor trasformado en amistad.
La belleza de algunas imágenes son de tal grandeza que uno parece estar ahí con los protagonistas cazando por la taiga, sintiendo el extremo frío de sus bosques y oyendo el silencio del bosque con su niebla y demás, una película que se puede sentir.
Es cierto que para ello el gran director japonés llevó al extremo el rodaje grabando en condiciones climáticas difíciles para los protagonistas pero el resultado es esta obra maestra.
La película es tan pura como sus personajes, ambos son una perfecta simbiosis, la amistad queda retratada en la pureza de dos personas que se aman por encima de todo, una amistad grande y sencilla, dos personas de dos mundos totalmente diferentes que basan la amistad en el respeto al hombre y a la naturaleza, sin duda una amistad que va más lejos de lo convencional.
Así es Dersu Uzala, un alma pura, sin maldad, donde el sol, el fuego, la lluvia, los elementos naturales son gente, gente buena o mala, y el hombre...eso es nuestra conclusión personal.
Kurosawa deja el Japón para adentrarse en territorio soviético pero muy lejos está de hablar de comunismo, en absoluto, el territorio del que habla va más allá de la nacionalidad.
Kurosawa muestra tal maestría en la dirección que estamos ante una película lenta pero intensa, una película donde se habla poco pero lo justo y necesario, el silencio entre los personajes es la muestra del amor por encima de todo.
Una de las pocas películas de Kurosawa que me apasionan.