A Justin Kurzel se le empieza a ver un poco el plumero.
Tiene un estilo sosegado, de ritmo muy pausado, pocas palabras, largos planos sin conversación, pese a su fallido intento mainstream con Assassin's Creed. Pero lo que quedaba bien en Macbeth, con aquellos paisajes maravillosos y esa trama que pedía a gritos ese sosiego y esa profundidad emocional, no sienta tan bien a la historia del bandido más famoso de la historia de Australia, una auténtica leyenda, como es Ned Kelly.
La verdadera historia de la banda de Kelly no es una mala película, pero sí es difícil de ver porque el ritmo es demasiado plomizo. Está claro que Kurzel no es un autor interesado en hacer un western clásico, de tiroteos y ritmo endiablado, pero no le hubiera venido mal algo más de acción, porque la narrativa avanza con demasiada pesadez.
Sinceramente, es mejor la película de 2003 con Heath Ledger y Orlando Bloom como Kelly y Byrne, y Geoffrey Rush intentando darles caza. Búsquenla, porque es muy superior a esta.

Lo mejor: Su aspecto sucio y su realización, que no romantiza en absoluto la historia.
Lo peor: El ritmo. Es plomiza a más no poder. Marca de la casa de Kurzel, pero llevado al extremo aquí.