Cameron Crowe filmó en Casi famosos una bella carta de amor a la música y a los 60, y muy especialmente a la edad de oro que vivió en esa década con la explosión del pop y el rock en todo su esplendor en medio del movimiento hippie. La película, basada en las propias experiencias de Crowe, es conmovedora, tierna y sentimental, pero sin resultar cursi y sin perder nunca el foco. Es una historia acerca de la madurez de un adolescente (excelente Patrick Fugit), de una amistad (William y Penny, una Kate Hudson excelente que nunca ha vuelto a estar tan bien y que desprende una alegría de vivir contagiosa, y a la vez un gran dolor por el desamor), de los altibajos de la fama y de un país en un momento muy concreto de su historia. Y por supuesto es música, una carta de amor como decíamos a un momento único de la música popular como fue la década de los 60. No hay que perder de vista el interminable desfile de grandes actores y actrices, como Frances McDormand, Noah Taylor, Billy Crudup, Jason Lee, Philip Seympur Hoffman, Anna Paquin, Fairuza Balk o Zooey Deschanel.
No es perfecta, sin embargo. Es demasiado larga, se pierde demasiado en las anécdotas de la banda y resulta lenta a ratos, pero hay que perdonárselo porque el tercio final es de aplauso y a buen seguro arrancará lágrimas de más de uno por su emotividad y la manera en que termina las historias de todos los personajes.
A pesar de sus defectos y de no ser esa obra maestra que se dijo en su día, no cabe duda de que Casi famosos es una película con un muy buen guión y una delicia para los aficionados a la música.

Lo mejor: Los actores y el sentido y emotivo homenaje a un arte (la música) y una época (los 60).
Lo peor: Es demasiado larga e irregular en su ritmo.