Charlie y la fábrica de chocolate es una película que viene como anillo al dedo a la filmografía de Tim Burton. Es el tipo de historia que él sabe contar mejor que nadie. Porque Tim Burton es el rey de los "aparentes cuentos infantiles", y la historia de Roald Dahl encaja perfectamente en esa definición. Pero...
Lo que debería ser el mayor atractivo de la película, la fábrica y lo que allí ocurre, no me termina de convencer. La historia de Charlie (fantástico Highmore) las promete muy felices, pero tiene más de un bache en su desarrollo. La visita a la fábrica, y toda la película, goza de una estética inmejorable, transportándonos, como es habitual en Burton, a un mundo donde fantasía y realidad conviven estrechamente. Sin embargo, tiene momentos geniales, pero muy esporádicos, y entre ellos el ánimo del espectador decae, porque no encuentra la suficiente hilazón entre ellos. Además, Johnny Depp, dando vida al excéntrico Willy Wonka, está pasado de vueltas y se convierte en un chiste con patas que choca más por sus poses y su fachada que por la consistencia de su personaje. Menos mal que el final es digno, cierra bien la historia, incluso es emotivo, y rescata al espectador de lo que podría haber sido un naufragio de los gordos. Desbordante fantasía, pero entre lo más reciente de Burton me quedo con Big Fish.