Lo que en principio iba a ser un alegórico drama sobre la vida de un huérfano que se aferra al recuerdo de su padre, tratando de reparar un autómata roto -como quien intentara resolver el problema del tiempo-, se convierte en un brillante homenaje a la figura del cineasta francés Georges Méliès, uno de los fundadores del cine, magistralmente interpretado por Beng Kingsley.

Contrasta la manera en la que el niño y el anciano asumen el orden cronológico. Aquél se aferra al pasado, trata de retenerlo, para que no muera la imagen de su padre en su alma, mientras que el anciano (Méliès) hace denodados esfuerzos por olvidarlo, decepcionados ambos.

La música de Howard Shore intensifica sutilmente los instantes oníricos y trágicos.