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harryhausenn rating:
6
7.3
20,252
Animation. Fantasy. Comedy. Adventure
When, by executive decree, all the canine pets of Megasaki City are exiled to a vast garbage-dump called Trash Island, 12-year-old Atari sets off alone in a miniature Junior-Turbo Prop and flies across the river in search of his bodyguard-dog, Spots. There, with the assistance of a pack of newly-found mongrel friends, he begins an epic journey that will decide the fate and future of the entire Prefecture.
Language of the review:
- es
June 12, 2018
9 of 9 users found this review helpful
Evidentemente, lo primero que debe destacarse de Isla de perros es el apabullante apartado técnico. Un trabajo artesanal nunca antes visto en la que el mínimo detalle se amplifica en el rodaje. Cada marioneta es grabada en técnica de stop-motion pour una microcámara que logra que cada personaje parezca del mismo tamaño que en la vida real. Para dar sensación de profundidad, diferentes objetos se filman en dos planos: Los protagonistas en primer plano, y un paisaje de proporciones reducidas en el segundo, engañando nuestra visión para crear una ilusión de lejanía.
No sólo eso, sino que además, en todas las pantallas que vemos en la película, las retransmisiones son creadas mediante la animación tradicional, creando un contraste entre las marionetas tridimensionales que magnifica la delicadeza de cada decorado y muñeco. Pero además de la imagen, Anderson juega con el sonido. Los perros hablan inglés, la mayoría de humanos, japonés, sin subtítulos, recurriendo únicamente a traductores que vemos en pantalla. Vuelve a firmar de manera sobresaliente un apartado técnico al que aplica un par de ideas bien ejecutadas para obtener como resultado la que quizás sea su mejor película.
Porque no sólo vuelve a ser un caramelo visual, como todos sus trabajos. Esta vez, contrariamente a lo que podríamos reprochar al resto de su filmografía, la película viene cargada de un mensaje político bien crítico. La erradicación de unos seres que son deportados de la noche a la mañana cuando el poder se ensaña con ellos resuena como una bofetada en la cara de Trump aunque se maquille el conjunto con la cultura del sol naciente. Por primera vez vemos al director dar un golpe en la mesa sin renunciar a su propio estilo.
Desde que se dio a conocer la premisa de Isla de perros, la espera se ha hecho casi interminable. Un niño de doce años que se escapa a una isla vertedero para recuperar a su mascota. Parecía que al fin, tras una filmografía dedicada a los seres estrafalarios con comportamientos extravagantes, Anderson iba directo a la emoción. Pixar ha contribuído estos últimos veinte años a sublimar la fórmula que hace que un adulto vuelva a contactar con la infancia, por lo que existen grandes referentes coetáneos. También la figura del perro como ser ingenuo y cariñoso no debería suponer dificultad ninguna para enternecer al espectador. Y sin embargo, la fuerza emotiva no se manifiesta.
No sólo eso, sino que además, en todas las pantallas que vemos en la película, las retransmisiones son creadas mediante la animación tradicional, creando un contraste entre las marionetas tridimensionales que magnifica la delicadeza de cada decorado y muñeco. Pero además de la imagen, Anderson juega con el sonido. Los perros hablan inglés, la mayoría de humanos, japonés, sin subtítulos, recurriendo únicamente a traductores que vemos en pantalla. Vuelve a firmar de manera sobresaliente un apartado técnico al que aplica un par de ideas bien ejecutadas para obtener como resultado la que quizás sea su mejor película.
Porque no sólo vuelve a ser un caramelo visual, como todos sus trabajos. Esta vez, contrariamente a lo que podríamos reprochar al resto de su filmografía, la película viene cargada de un mensaje político bien crítico. La erradicación de unos seres que son deportados de la noche a la mañana cuando el poder se ensaña con ellos resuena como una bofetada en la cara de Trump aunque se maquille el conjunto con la cultura del sol naciente. Por primera vez vemos al director dar un golpe en la mesa sin renunciar a su propio estilo.
Desde que se dio a conocer la premisa de Isla de perros, la espera se ha hecho casi interminable. Un niño de doce años que se escapa a una isla vertedero para recuperar a su mascota. Parecía que al fin, tras una filmografía dedicada a los seres estrafalarios con comportamientos extravagantes, Anderson iba directo a la emoción. Pixar ha contribuído estos últimos veinte años a sublimar la fórmula que hace que un adulto vuelva a contactar con la infancia, por lo que existen grandes referentes coetáneos. También la figura del perro como ser ingenuo y cariñoso no debería suponer dificultad ninguna para enternecer al espectador. Y sin embargo, la fuerza emotiva no se manifiesta.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Wes Anderson cuenta con un humor muy particular que no siempre funciona. Se trata de un humor seco, lleno de sarcasmo que noquea al público. Es al principio de la película, cuando nos hace creer que el perro del protagonista ha muerto porque nadie sabía cómo abrir la jaula. Es la escena de la incineradora, que nos hace pensar por unos minutos que la mitad de los protagonistas han muerto. Son estos unos golpes de efecto demasiado contundentes que cortan el hilo narrativo, de forma demasiado abrupta, y más que sorprender o arrancar carcajadas, confunden. Es una pena que Anderson parezca más concentrado en dejar marcada su huella de humor frívolo que en profundizar las luces y sombras de esos personajes que tan bien pule en la superficie.
hommecinema.blogspot.fr
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