Pienso que para descifrar la lectura, el imaginario del cineasta y antiguo miembro de los “Monty Python” Terry Gilliam (“Las aventuras del Barón de Munchausen”, “Brasil” o “12 monos”) en su reciente film, es preciso tener mucha atención a los diálogos de esta cinta, que lo reflejan todo. Inclusive la idea de no hacerse uno “sombra en el devenir de la vida”, muy bien metaforizado a través de un circo guiado por el Dr. Parnassus (Christopher Plummer).

La apuesta que debe saldar el Dr. Parnassus con el diablo Mr. Nick de encontrar doce discípulos para el poder de la imaginación y poder transmutar la vida en eterna, amén de las cinco almas para la juventud perenne (su hija Valentina); encontramos a la larga una serie de preguntas que originan la casuística de este film. ¿Por qué morir? ¿Por qué vivir?

Y es que cuando el inquieto Tony (Heath Ledger, a quien está dedicado el film) —Johnny Depp en la primera transformación— no sabe su nombre y que no es otra cosa que la sinécdoque de la equivalencia, está claro que, ante todo, es preciso “buscar un lugar para pensar con claridad”.

A la larga el mundo en el que vivimos (el del doctor Parnassus, como metáfora) es finito. Un cosmos perecedero donde el imaginario colectivo, imagina, aunque tiende suponer lo ya simbolizado o soñado ¿para nada? Desde esta perspectiva y como lo escuchamos al final del film por Parnassus. “Todo ha cambiado, este es mi destino: No encontrarlo nunca”.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla. Colombia)