Una compañía de armas decide beneficiarse vendiéndole al enemigo a un precio que el Estado se niega a pagar, una honradísima -hasta la médula- empleada (Williams) lo descubre y acude al FBI -todos muy tontainas- quienes a su vez acuden a Schwarzenegger quien se toma convenientemente personal -vaya a saber uno por qué- su trabajo de protector y decide que la vida de Williams es lo único que le importa.

El film arranca bien hasta que el completo absurdo se adueña de la pantalla. Escenas tan estúpidas que ni Zucker & Abrahams & Zucker (ZAZ) las hubieran filmado. Schwarzenegger saliendo de un avión, colocándose el paracaídas en el aire, evitando ser ¿atropellado? y disparándole en el medio de la caída libre a mismísimo avión del que saltó. ¿Satisfechos? Ahí les va otra, en un zoológico unos cocos (cocodrilos) hambrientos salen del agua comienzan a amenazar con comerse todo. El arma en si misma es de lo más ridículo con ese humo azul que larga. Y mejor no hablemos del final porque necesitaríamos un diccionario de insultos.

No puede competir con sus pares porque las "balas" -no se sabe muy bien que era lo que disparaba el arma esta- protagonizan la función, aburren al evitar que veamos buenas coreografías de acción y obliga a que el montaje se frenetice lo que hace que no apreciemos nada.

El elenco sostiene el ridículo hasta que se cae por su propio peso. Schwarzenegger es Schwarzenegger, la Williams es mejor actriz de lo que la pintan, y Caan soporta cualquier tempestad al igual que su homónimo Coburn.

La BSO a base de platillos no convence nada.

Buscando títulos para la crítica no me decidía entre "Arma de humo azul", "El rastro azul del arma de Schwarzenegger", "Te azuleo por dos pesos" o mi favorito pero incómodamente largo: "Acero azul II: El regreso. El marido de la Curtis ataca por ella" -ya saben por aquello de que Schwarzenegger y Curtis fueron matrimonio en la peli de Cameron y la Curtis era la prota de la peli de la jermu de Cameron (Bigelow), bien enredada la novela-.

Lo mejor: el arranque.
Lo peor: se deja llevar por el ridículo y cae debajo del nivel paródico.