Esto es como cuando se juntaron Bob Dylan, George Harrison, Roy Orbison y Tom Petty e hicieron una banda. ¿Qué se podía esperar que no sea una gozada total? En esta segunda parte encontramos más de lo mismo, pero con algunos toques divertídisimos, es mucho más paródica que la primera parte (aunque también más superflua), hay más acción, más chistes, pero falta la parte sensible, la parte humana, lo que no quita que la diversión esté garantizada al cien por cien. En algún punto, ya es tan delirante el nivel de violencia, sangre, tiros, fuego, navajazos y puñetazos que parece un videojuego. Un enorme, sangriento, violento videojuego.
Genial que aparezca Jean-Claude Van Damme, que todavía se manda una patada voladora. Genial que aparezca Chuck Norris, como el lobo solitario. Ver a Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone protagonizando la misma escena de acción al mismo tiempo, luchando del mismo bando, es todo lo que está bien en el cine de acción.
Es una película hecha por gusto y para complacer a los nostálgicos, para que todos gocen a lo grande. Nada más, como una reunión de viejos amigos que se juntan a tocar rocanrol.