Y de los grandes, sin duda. Con algo más de papel y protagonismo Pryce que Hopkins pero con prestaciones similares ambos: magníficos. Y es que el que tuvo, retuvo y aunque el paso del tiempo no permita que se luzcan ya en papeles más protagónicos y abundantes como son los que se escriben para actores en otro tramo de edad menos avanzado, su talento está aún para ser degustado por los que tenemos la suerte de coincidir con ellos temporalmente.

La película va por otro camino que los actores, discurre sin mucha emoción y con poco interés en la mayor parte del metraje, al que creo que le sobran minutos, y sólo cuando coinciden en pantalla ambos toma impulso e interesa al espectador.

Las vicisitudes morales e intelectuales del Papa Benedicto son un buen contrapunto con el pasado un tanto oscuro y culpable del Papa Francisco. Es la parte de la juventud de éste en su papel de regidor jesuita la que más interesa en la película, por otra parte un trabajo menor de Meirelles, alejado de "El jardinero fiel" , "Ciudad de Dios" o la que para mí es su mejor obra, "A ciegas", mucho más interesantes que esta especie de hagiografía dual en la que la crítica a la Iglesia aparece como excusa para intentar hacer de la obra una especie de película de denuncia social o similar. Y no, qué va, por ahí no va la cosa.