Una prueba de la falta de ideas de la industria cinematográfica actual es este innecesario remake de la muy notable película de terror, o quizás suspense, allá cada cual con sus calificaciones, que rodó Wes Craven hace más de cuatro décadas.

Se agradece el cuidado de la puesta en escena, alguna variación sobre la película original y un reparto más que solvente, lo cual hace que el entretenimiento sea agradable y la película fluya con facilidad. Eso sí, la duración es excesiva, se redunda mucho sobre escenas casi repetidas, reiterando con una música anodina los momentos de suspense.

Para aquellos amantes del cine de suspense con cierto toque terrorífico, es una película que se deja ver y que, acompañada de palomitas, puede amenizar una tarde aburrida.