Pobre como prescindible aportación al cine de acción videocasetero de segunda en que se nota la mísera producción en un trabajo planteado como un desafío a su argumento: el doctor Edmund Wellington (Richard Lynch, un actor especialista en papeles de villano) un científico avalado por el Pentágono para diseñar sus mejores armas, ha innovado un sistema via satélite capaz de ejecutar ordenes a través de la mente del enemigo. Pero algo falla y parece que mediante un reo a muerte que han empleado como conejito de indias, éste se ha convertido en un zombi agresivo y sin control…

Pero tranquilos, no es otra de muertos que sacan espuma y sangre por la boca (no se despilfarran en efectos, solo se detalla narrándolo sin apenas filmar al sujeto una vez retenido) porque los mandamases del Pentágono deciden paliar el asunto anulando el proyecto por lo que el científico decide vengarse contratando a un grupo de mercenarios que tendrán que vérselas con una fuerza de choque especial, el Total Force. Así que a ver quién gana y se lleva el título de fantasmón macho alfa.

Más o menos ésta sería la sinopsis de una película en que predomina un poco de todo: golpes de karate, tiroteos, explosiones y chicas que quitan el hipo (y que te rompen el cuello) con tan solo mirarlas. Actores de segunda como Timothy Bottoms (Johnny cogió su Fusil), el menor de los Stallone, Frank, el mencionado Lynch, y una hija de David Carradine se encuentran entre el "fregao".