Estamos hablando de un tipo que dejó su Chile natal para codearse con algunas intelectuales de Francia, que pese a lo pesado y lameculos que era pasaron de él. No obstante consiguió juntarse con Topor y Arrabal, también de su misma calaña, y fundar el supuesto movimiento Pánico; una especie de burla hacia aquellos intelectuales que se reían en su cara y sentían vergüenza ajena, algo que por cierto no tiene sentido. Es como si un retrasado mental se plantase ante Kant y le llamase tonto. Viendo que no tenía futuro como mimo y que en Francia la New Age todavía no pesaba más que la razón, el chileno pesado y lameculos se fue a México y al sur de los Estados Unidos, donde sus teorías de maruja extremeña parecían tener cabida. Allí vio que, aparte de poder follar sin dificultades con niñas de papá que habían decidido no ducharse durante una temporadita, podía seguir viviendo del cuento con sus gilipolleces. Así nació El Topo.

La película es mala. Pero mala con mayúsculas. No entiendo cómo algunos la tachan de obra maestra. Está grotescamente dirigida, que una cosa es ser innovador y otra no saber ni tan siquiera encuadrar una imagen. El supuesto simbolismo si a muchos les dice algo que por favor me digan que toman los viernes noche porque yo, que sin prejuicios ni ansías de iluminarme me he interesado por enfoques orientales, no veo más que imágenes efectistas para asustar a papá y mamá. Y el muy canalla todavía tiene el valor de decir que no le gusta David Lynch porque es efectista, hay que joderse Marquitos. Pero esto no acaba aquí, que él sale actuando con su hijo sin pudor alguno para que las películas de zombies serie Z parezcan obra de Kurosawa. Ya ves, siempre predicando la destrucción familiar y él no sabe salir de casa sin toda su tropa. A mí lo que diga John Lennon me la trae floja, al fin y al cabo más allá de sus pegadizas melodías pop no dejaba de ser un borracho de Liverpool que iba de poeta o qué sé yo.


Esta película tendría que provocarnos y hacernos levantar de nuestros asientos para no seguir alimentando a lenguaraces que, aprovechándose de estos tiempos que corren donde el pensamiento débil es nuestro pan de cada día, hacen su agosto. A todos los que encumbran a este personajillo les pediría que degustasen a los pensadores de verdad, científicos de verdad, escritores de verdad y cineastas de verdad. Este tipo lo ha intentado con muchas ramas, pero no confundamos que no es un Da Vinci. Más bien es la hippie que te lee la mano en la feria o el trilero que te saca los cuartos. Esto no es vanguardismo, es una estupidez tan tan tan grande que no encuentro algo con lo que hacerle un símil a su medida.