Entre las cosas buenas, da gusto la actitud del protagonista haia la vida. En este mundo pesimista (y conformista en el mejor de los casos) una moraleja así no debe ser pasada por alto. Se aplaude el realismo que trataron de imprimirle, y se agradece la presencia de Zidane, Raúl y Shearer, aunque actúen pésimo. Beckham no lo hace mal, demostrando su capacidad histriónica y dándole la razón a quienes lo consideran más un personaje de farándula que un futbolista virtuoso. El papel de Harris, el díscolo delantero que hace pareja con Muniz en el equipo, es creíble y bien logrado. Kuno Becker se queda a medio camino. Discrepo con algunos: así el espectador deteste el fútbol, o no sepa nada de él, logra emocionarse.