Vulgarmente se podría definir Después de la boda como un culebrón danés. Y es que el argumento tiene detalles más que suficientes (que no voy a enumerar para no destripar nada) para acabar siendo el dramón del año. En cambio, todo esto que sobre el papel pudiera ser material de derribo, en pantalla resulta mucho más comedido.
La historia de Después de la boda no resulta fácil de asimilar en un principio, demasiadas casualidades y coincidencias. Claro que todo esto se justifica bien avanzado el metraje, con un nuevo y dramático giro del guión.
Tras un buen comienzo ambientado el la India, donde se consigue captar con cierta veracidad el ambiente de una ciudad como Bombay, la acción se traslada a Dinamarca, y ahí pese al drama que se avecina todo se enfría mucho. Y durante buena parte de la película la historia se sigue de forma más rutinaria que apasionada. Es a partir de un determinado hecho, cuando la película gana en emoción, llegando a conseguir alguna escena tremenda en ese sentido. Y así los veinte últimos minutos de película resultan francamente notables.
Creo que la directora no acierta con el estilo visual que la historia requería, y hay algún momento especialmente desacertado, pero se beneficia del talento de los actores principales, donde brillan especialmente Rolf Lassgard y sobre todo Sidse Babett Knudsen.