Este es uno de los grandes clásicos del género, dirigido por Howard Hawks, un director sin tanta leyenda detrás como Hitchkock, Ford, etc, hizo una serie de películas que para sí quisieran muchos.
Río Bravo es una película que se puede contar en dos líneas. El sheriff de un pueblo detiene a un delincuente por asesinato. El hermano del detenido y su banda mantendrán en jaque al sheriff y sus dos ayudantes ante la posibilidad de que intenten liberarlo.
El sencillo argumento va en consonancia con las intenciones de la película. Una película que habla de cosas tan comunes y cercanas como a la vez complejas como la confianza, la amistad, el deber, etc. Pero lo hace como si no lo hiciera, con una sutileza que queda escondida tras los excelentes tópicos del género. En Río Bravo encontramos todo lo que esperamos encontrar en una película del Oeste. Seguramente nada de lo que vemos en la película nos sorprende, lo hemos visto muchas veces antes, pero en cambio el oficio y la profesionalidad con que está realizada está fuera de toda duda.
Además del la excelente labor del director, Río Bravo cuenta con la presencia inmensa del que es el gran icono del género, John Wayne. Aquí vuelve a llenar la pantalla de humanidad, seriedad, socarronería y un estilo tan personal como apabullante. Junto a él esta Dean Martin haciendo una notable interpretación de un perdedor que no lo tiene todo perdido, y el delicioso Walter Brennan, otro habitual en este tipo de películas. Como no podía ser de otra forma también hay chica. Y aunque se presencia es una poco de florero, la entonces jovencísima Angie Dickinson resulta un auténtico regalo.
Los acordes del gran Dimitri Tiomkin sirven para redondear una película que sin llegar a ser una obra maestra, ofrece cine del de verdad. Y como una rareza dentro del género queda la descorcentante secuencia inicial en la que no se dice una sola palabra en varios minutos.