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TOM REGAN rating:
5
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March 16, 2017
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44/04(10/03/17) Enmohecida comedia de acción realizado por Arthru Hiller, film por al que el paso del tiempo ha arrasado, con un guión de Colin Higgins (“Harold y Maud”) con ínfulas hitchcockianas (“Alarma en el expreso” y “Con la muerte en los talones”) por aquello del héroe anónimo-común envuelto en una intriga (su recurso del falso culpable) de modo azarístico, y por estar centrado el metraje mayoritariamente pero que a la hora de la verdad sus bazas van más encaminadas hacia el humor. Hiller dirige con ritmo ágil mezclando varios géneros, empezando por el que parece será al principio, el romántico, luego torna al thriller por lo del misterio y suspense, y a continuación deriva en la acción, pero siempre con dosis de humor, remarcadas por su protagonista, el histrión Gene Wilder, aumentando esto cuando a la hora de metraje aparece junto a él otro cómico, Richar Pryor, en lo que fue su primera colaboración, del éxito de su química nacieron títulos como “No me chilles que no te veo” o “Locos de remate”. El paso del tiempo la ha arrugado dejando ver sus carencias y hilos mal cosidos por muchos lugares, en un producto que para hacerlo llevadero debes otorgarle demasiadas licencias.
Editor de libros de George Caldwell (Gene Wilder) viaja de Los Ángeles a Chicago para la boda de su hermana a bordo de un tren llamado el Expreso de Chicago. A bordo, George se encuentra con un vendedor de vitaminas, Bob Sweet (Ned Beaty), y una mujer con la que entabla relación, Hilly Burns (Jill Claybourgh), ella trabaja para el profesor Schreiner, un conocido historiador del arte que se encuentra en una gira publicitaria por su nuevo libro sobre Rembrandt. Tendran importancia en la historia Deverau (Patrick McGoohan), el malo malísimo; Grover (Richard Pryor), un pícaro ladrón; Sheriff Chauncey (Clifton James), un agente un tanto inocentón; Rita Babtree (Lucille Benson), una granjera que se mueve en biplano; Mr. Whiney (Ray Walston), sicario del villano; Reace (Richard Kiel), un gigantón matón del villano.
Cinta jada en sus simplezas, ejemplo el modo in creíble en que se “enrollan” Hilly y George, de la nada, no hay química entre ellos, te lo meten con calzador, quizás si él tuviera el encanto de Cary grant, pero es Gen Wilder (¡!!!). Lo del “homenaje” a Hitchcock está bien si luego le metemos u n desarrollo original y fresco, pero a lo mejro en los setenta esto era así, hoy resulta de un humor de sal gorda, donde la gracia es un bien que no pasa en el mejor de los casos en una tímida mueca, incluso en lo que es más famoso este film, el primer colegueo entre Wilder y Pryor, que me son como dos payasos sin provocar risas (que es lo más triste), ni siquiera su popular escena de Wilder haciéndose pasar por negro con los consejos de Pryor me saca de lo vacío, si acaso para constatar como en los setenta se seguían fomentando en cine los estereotipos racistas del comportamiento de los afroamericanos, cosa que se acentúa con el cliché de los mozos de tren negros. Sus diálogos no pasan el corte de lo banal y forzado, su subtrama de misterio no sostiene el menor análisis, donde lo estridente se da la mano con lo previsible, queriendo desviar la atención del espectador (inteligente) on continuos giros de guión (saltos del protagonista fuera del tren) es en la acción donde hay algún momento reseñable, sobre todo en su espectacular final, pero con el lastre pesado de no poder tragarte a Gene Wilder en plan Jason Bourne con las armas, peleando con los villanos, disparando con metralletas, esto es más chirriante que el descarrilamiento de un tren (nunca mejor dicho). Pero todo lo que antecede se siente bastante olvidable en su nadería, con una descripción de personajes más plana que una mesa, con un villano clásico flemático inglés que se destapa trivial y caricaturesco en su maldad, sin matiz alguno.
La puesta en escena resulta notable, con un estimable diseño de producción de Alfred Sweeney (“Harper, detective privado”), haciéndonos vivir de modo realista en el tren a Chicago, aunque está filmada mayormente en Canadá (excepto la Union Station de Los Ángeles), todas las tomas exteriores del tren circulando son del Canadian Pacific Railway en Alyth Yard, Calgary, Alberta y Toronto, así como el vuelo del biplano es en el sur de Alberta, mayoría de escenas interiores de estaciones establecidas en Kansas City y Chicago en realidad muestran diferentes partes de Toronto 's Union Station. La fotografía de David M. Walsh (“El dormilón”) hace una buena labor emitiendo la claustrofobia ambiental propia de estar en un tren, así como su cromatismo desprende optimismo propio de la comedia. La hermosa música de Henry Mancini (“Desayuno con diamantes”), una delicia en sus incitantes sonidos armoniosos, muy por encima de la calidad del film. Destacables son sus efectos especiales obra de Fred Cramer (“El cazador”), impresionantes en la escena final.
Gene Wilder demuestra que no es actor, y lo que es peor aquí parece retenido por su rol comprimido, un rol tan fuera de lugar que da grima como galán. Richard Pryor hace de Richard Pryor, un elemento divertido (¿?)... para algunos. Patrick McGoohan es el villano que comienza con una sentida vena flemática de sofisticado a lo malo de James Bond, pero a medida que avanza se convierte en un guiñol, nada ayudado por el irregular (siendo benévolo) guión. Jill Clayburgh es el anhelo romántico del protagonista, insípida.
Editor de libros de George Caldwell (Gene Wilder) viaja de Los Ángeles a Chicago para la boda de su hermana a bordo de un tren llamado el Expreso de Chicago. A bordo, George se encuentra con un vendedor de vitaminas, Bob Sweet (Ned Beaty), y una mujer con la que entabla relación, Hilly Burns (Jill Claybourgh), ella trabaja para el profesor Schreiner, un conocido historiador del arte que se encuentra en una gira publicitaria por su nuevo libro sobre Rembrandt. Tendran importancia en la historia Deverau (Patrick McGoohan), el malo malísimo; Grover (Richard Pryor), un pícaro ladrón; Sheriff Chauncey (Clifton James), un agente un tanto inocentón; Rita Babtree (Lucille Benson), una granjera que se mueve en biplano; Mr. Whiney (Ray Walston), sicario del villano; Reace (Richard Kiel), un gigantón matón del villano.
Cinta jada en sus simplezas, ejemplo el modo in creíble en que se “enrollan” Hilly y George, de la nada, no hay química entre ellos, te lo meten con calzador, quizás si él tuviera el encanto de Cary grant, pero es Gen Wilder (¡!!!). Lo del “homenaje” a Hitchcock está bien si luego le metemos u n desarrollo original y fresco, pero a lo mejro en los setenta esto era así, hoy resulta de un humor de sal gorda, donde la gracia es un bien que no pasa en el mejor de los casos en una tímida mueca, incluso en lo que es más famoso este film, el primer colegueo entre Wilder y Pryor, que me son como dos payasos sin provocar risas (que es lo más triste), ni siquiera su popular escena de Wilder haciéndose pasar por negro con los consejos de Pryor me saca de lo vacío, si acaso para constatar como en los setenta se seguían fomentando en cine los estereotipos racistas del comportamiento de los afroamericanos, cosa que se acentúa con el cliché de los mozos de tren negros. Sus diálogos no pasan el corte de lo banal y forzado, su subtrama de misterio no sostiene el menor análisis, donde lo estridente se da la mano con lo previsible, queriendo desviar la atención del espectador (inteligente) on continuos giros de guión (saltos del protagonista fuera del tren) es en la acción donde hay algún momento reseñable, sobre todo en su espectacular final, pero con el lastre pesado de no poder tragarte a Gene Wilder en plan Jason Bourne con las armas, peleando con los villanos, disparando con metralletas, esto es más chirriante que el descarrilamiento de un tren (nunca mejor dicho). Pero todo lo que antecede se siente bastante olvidable en su nadería, con una descripción de personajes más plana que una mesa, con un villano clásico flemático inglés que se destapa trivial y caricaturesco en su maldad, sin matiz alguno.
La puesta en escena resulta notable, con un estimable diseño de producción de Alfred Sweeney (“Harper, detective privado”), haciéndonos vivir de modo realista en el tren a Chicago, aunque está filmada mayormente en Canadá (excepto la Union Station de Los Ángeles), todas las tomas exteriores del tren circulando son del Canadian Pacific Railway en Alyth Yard, Calgary, Alberta y Toronto, así como el vuelo del biplano es en el sur de Alberta, mayoría de escenas interiores de estaciones establecidas en Kansas City y Chicago en realidad muestran diferentes partes de Toronto 's Union Station. La fotografía de David M. Walsh (“El dormilón”) hace una buena labor emitiendo la claustrofobia ambiental propia de estar en un tren, así como su cromatismo desprende optimismo propio de la comedia. La hermosa música de Henry Mancini (“Desayuno con diamantes”), una delicia en sus incitantes sonidos armoniosos, muy por encima de la calidad del film. Destacables son sus efectos especiales obra de Fred Cramer (“El cazador”), impresionantes en la escena final.
Gene Wilder demuestra que no es actor, y lo que es peor aquí parece retenido por su rol comprimido, un rol tan fuera de lugar que da grima como galán. Richard Pryor hace de Richard Pryor, un elemento divertido (¿?)... para algunos. Patrick McGoohan es el villano que comienza con una sentida vena flemática de sofisticado a lo malo de James Bond, pero a medida que avanza se convierte en un guiñol, nada ayudado por el irregular (siendo benévolo) guión. Jill Clayburgh es el anhelo romántico del protagonista, insípida.
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Spoiler:
El momento (en mi muy modesta opinión) mejor de la cinta es aquel en que George ha llegado a una granja pidiendo ayuda para volver a coger el tren, allí una granjera, Rita, le pide que ordeñe una vaca, él responde que no sabe y entonces Rita hace un comentario muy picante “Eres un hombre adulto. No me creo que no lo haya hecho nunca”, jocoso. Espectacular es la escena en que el tren destroza la estación de Chicago.
Comedia sin perduración en la memoria. Fuerza y honor!!!
Comedia sin perduración en la memoria. Fuerza y honor!!!