Si algo tiene de especial algo tan vulgar y común como una historia de amor es que, durante el tiempo en que transcurre, un hombre o una mujer son los absolutos protagonistas de su propia película. Los enamorados son los únicos actores sobre un íntimo escenario al que el mundo asiste en calidad de platea invisible. El principal valor de "Blue Valentine" como película, es ofrecer los suficientes espacios en blanco para que el espectador pueda rellenarlos con sus propios recuerdos y sentimientos, una invitación no demasiado novedosa (recordemos la fallida "500 días juntos") pero casi siempre efectiva, por aquello de que si la historia no te dice nada al menos te sentirás identificado.

Dean y Cindy son personajes que se presentan en dos fases de su relación: el romance y su posterior degradación. No están demasiado definidos y el problema se produce cuando te permiten identificarte con ellos pero no creértelos lo suficiente como para no salir indemne de sus respectivas pieles. Aunque los actores ponen toda la carne en el asador, nunca te apartan de la sensación de ser actores intentando lucirse en papeles agradecidos y esto siempre es un error, aún más en una película como ésta.

Yo también me he enamorado, he dejado, me han dejado, he disfrutado y he sufrido y luego he olvidado, "Blue Valentine" tiene todo esto que debería emocionarme y hacerme anticipar y temer futuros fracasos, pero extrañamente no me ha calado y es que me he sentido como esa platea invisible, pero en el fondo indiferente, que escucha aquella canción que podría haber sido la suya pero que ya no recuerda.