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Paralepopido rating:
7
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- es
January 17, 2014
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Borges, ese hombre genial, escribió lo siguiente hablando de otro hombre no menos genial, H. G. Wells:
"La obra que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad: es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo. Ello debe ocurrir, además, de un modo evanescente y modesto, casi a despecho del autor; éste debe aparecer ignorante de todo simbolismo"
Y es que la fuerza de la historia ya la había puesto Monzaemon Chikamatsu en el siglo XVII. Mizoguchi se limitó a añadir la discreción y la modestia de una puesta en escena que aparece casi por casualidad, como si esa fuese la única forma de narrar la historia. Convertir un taller en una entidad de espacio infinito. Ascender con un simple movimiento de cámara al lugar donde uno de los amantes ha sido encerrado. Que el encuentro de otros dos personajes en mitad de la noche, únicamente iluminados por la luz lejana de una ventana, deje sin aliento. Tomar el camino más sencillo. Convertir lo trivial en trascendente, como si fuese lo más normal del mundo, ese es el verdadero talento.
"La obra que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad: es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo. Ello debe ocurrir, además, de un modo evanescente y modesto, casi a despecho del autor; éste debe aparecer ignorante de todo simbolismo"
Y es que la fuerza de la historia ya la había puesto Monzaemon Chikamatsu en el siglo XVII. Mizoguchi se limitó a añadir la discreción y la modestia de una puesta en escena que aparece casi por casualidad, como si esa fuese la única forma de narrar la historia. Convertir un taller en una entidad de espacio infinito. Ascender con un simple movimiento de cámara al lugar donde uno de los amantes ha sido encerrado. Que el encuentro de otros dos personajes en mitad de la noche, únicamente iluminados por la luz lejana de una ventana, deje sin aliento. Tomar el camino más sencillo. Convertir lo trivial en trascendente, como si fuese lo más normal del mundo, ese es el verdadero talento.