Se trata de una reafirmación de la puesta en escena de los hermanos Dardenne, siempre austera y aséptica . Solo que esta vez se hace sobre un guión basado en una tema más de actualidad como es la inmigración ilegal del este europeo.
La cámara y la dirección de actores logra transmitirnos físicamente y emocionalmente a los personajes, sobre todo a Lorna, hasta tal punto que podemos intuir a qué huelen y grafica su extraña, contradictoria y polivalente condición espiritual en una mirada muy aguda y consistente que no da concesiones a los convencionalismos ni a los excesos.
La película hace una indagación, sin necesidad de retrocedecer en el tiempo o de dar explicaciones explícitas, sobre el origen y naturaleza de gente que integra, todavía, una minoría como Lorna y analiza la verdadera situación de los derechos humanos y sociales en Europa haciendo que el espectador se plantee la pregunta de cuál será su futuro.
Las mejores escenas son aquellas en que Lorna se autoinflige los golpes para simular violencia conyugal y lograr el divorcio y aquella en que se interna en un bosque y se refugia en una cabaña huyendo de la mafia rusa; la que resume acertadamente el filme y es a la vez prólogo y colofón.