Secuela de Pasión de Gavilanes muy desafortunada. La familia Reyes tiene un hermano secreto al que sacan a pasear cuando nadie les ve. En una de éstas, el muchacho se escapa en su deportivo y entonces llega a Tabernas, donde se hace pasar por sheriff. Rápidamente se convierte en el tonto del pueblo. Es un fantasma y un soberbio, sin embargo no parece peligroso. Se limita a dar vueltas preguntando a las muchachas si todo va bien. Como tiene la voz de Blas (Barrio Sésamo), al principio daba risa, pero acaba tornándose cansino. Algo parecido ocurre con su forma de caminar; como si estuviera recolocándose la compresa. Es el vaquero más antinatural que ha pasado por Fort Bravo. El tipo padece de alitosis y en definitiva no hay quien lo aguante. Los lugareños, por puro aburrimiento, empiezan a burlarse llamándolo "el castrati cantamañanas". Y cuando toma conciencia de los hechos, opta por disfrazarse de bandido para vengarse. Con la cara cubierta, va matando a diestro y siniestro para que la gente lo reclame como sheriff y sentir así ese cariño que sus padres le negaron.