Siempre se dice que en reuniones sociales es preferible no hablar de fútbol, religión y política, Emir Kusturica trata de realizar un documental sobre Diego A. Maradona y termina sin proponérselo, fusionando estos tres polémicos tópicos.

Comienza con un combate de “egos” entre director y futbolista en el que Emir se compara con Diego en un concierto de rock (Kusturica es bajista) en el que lo llaman “el Maradona del cine”, en el transcurso del film va haciendo comparaciones entre la vida del protagonista con escenas, argumentos y personajes de sus propias películas.
Tiene un comienzo un tanto despectivo hacia la figura de Diego, tanto a la física (mórbida en aquellos momentos) como a la del endiosado ídolo.

Va tocando diversos pasajes de la vida del “Pelusa”, su origen humilde, su personalidad, sus logros deportivos, sus vicios, su ideología y su familia, mostrándonos el lado humano de un personaje que era denominado como “marciano” desde niño por su propia familia y que por lo tanto vivió a la fuerza en una nube, que se desintegró varias veces a lo largo de su historia y que pudo reponerla gracias a su personalidad inquebrantable.
Y es que el argentino vive de sus ídolos y para sus ídolos: Gardel, Eva Perón, Maradona, y este documental muestra hasta que extremo puede llegar, hasta el ridículo grotesco y absurdo como lo demuestra la “Religión Maradoniana”; pocas veces habré sentido, vergüenza ajena tan fuerte como la que sentí al ver las imágenes de esta pobre gente, reunida con cantos y rezos hacia un personaje de carne y hueso que solamente tuvo la dicha de nacer con una pelota como prolongación propia de su cuerpo.

Kusturica comienza dudando y cuestionando la idolatría hacia Diego y termina idolatrándolo él mismo. Y es que ya lo decía Jorge Luis Borges: "El fútbol es popular porque la estupidez es popular", frase que me coloca a mi como a un estúpido y a Maradona como el ilusionista que hipnotizó a medio mundo incrementando la tasa de estupidez humana.
Dr.Juventus