Tópica, empalagosa, ñoña y todos los calificativos similares que le queramos añadir, sensiblera en exceso, pierde fuelle a medida que avanza hacia un final conocido ya desde el principio, es en consecuencia del todo previsible y además está Meg Ryan, actriz muy mona ella, rubita y con esa imagen de chica buena, especializada en papeles un tanto cursis y que poco ha añadido a este mundo del cine. Para ser justo diré también que en alguna película buena ha participado como por ejemplo en The Doors.
A pesar de todo su visión no resulta incomoda, sabia que me estaban dando un producto almibarado pero he de admitir que no me desagradaba del todo, las melodías que nos van acompañando a lo largo de la cinta son muy conocidas y por supuesto estupendas, ello es como una pequeña trampa en la que es muy fácil dejarse atrapar. Bueno y esta Kevin Kline, actor muy estimable ganador de un Oscar (por Un pez llamado Wanda) que interpreta de forma muy convincente al romántico caradura francés.
Por esos detalles, un principio prometedor, esas melodías que te envuelven o el protagonista Kline su visión no resulta tediosa y se convierte en algunas fases en agradable.