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Peter McNulty rating:
8
Horror New England in the 1630s: William and Katherine lead a devout Christian life with five children, homesteading on the edge of an impassable wilderness. When their newborn son vanishes and crops fail, the family members turn on one another. Beyond their worst fears, a supernatural evil lurks in the nearby wood.
Language of the review:
  • es
November 15, 2016
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Una leyenda de Nueva Inglaterra, una leyenda de Nueva Inglaterra, una leyenda de Nueva Inglaterra… ¿Por qué tanta fijación a la hora de resaltar ese subtítulo de la película? ¿Por qué esa insistencia en utilizarlo casi como slogan durante la promoción de la misma? ¿Por qué no quedarse únicamente con el sencillo y puede que más atractivo título de ‘La Bruja’? La respuesta se obtiene durante los primeros minutos del visionado: Porque es lo que la define, lo que la resalta y la eleva, de lo que está orgullosa de ser.


Nueva Inglaterra, 1630. Una familia cristiana, extremadamente creyente abandona su pueblo por diferencias religiosas con el resto de habitantes. El padre, William, cabeza de familia responsable del exilio de los suyos, optará por mudarse a una granja en medio del bosque. No un bosque cualquiera, un bosque donde según las habladurías reside el mal, donde se esconden las brujas. El resto de los integrantes de la familia, la mujer Katherine, la hija adolescente Thomasin, el hijo mayor Caleb, los dos pequeños gemelos Mercy y Jonas y el bebé Samuel; pronto acabarán sufriendo de una forma u otra las consecuencias de alejarse de la sociedad. Este es el punto de partida de la perturbadora historia.


El mayor enemigo del film es que sus espectadores se acerquen a él esperando encontrar un film de terror al uso. Esto no significa que no contenga momentos de verdadero desasosiego, porque los tiene y son muy efectivos, significa que es un terror supeditado a la historia, al viaje interno de los protagonistas. No pocos han sido los que han comparado la cinta, con la magnífica ‘El Bosque’ (2004) por lo antes comentado. Es un estudio sobre el miedo, sobre padecer miedo, sobre qué provoca ese miedo y cómo las creencias y la educación recibida te forman como persona, en este caso como persona aterrorizada. No esperes numerosos sustos, no esperes saltar de la butaca con frecuencia, eso déjalo para el estreno de la nueva iteración de ‘The Conjuring’ de James Wan. Lo que aquí te calará es el sufrimiento de la familia, el malsano ambiente que transmite ese bosque, la enésima representación de que las creencias llevadas al extremo son más letales que cualquier arma.


Cuesta creer que el firmante de la dirección y el guion de la película sea un debutante en el largometraje. Hay un verdadero compromiso por la calidad, por el cuidado al detalle, desde la ambientación (acertadísima fotografía y uso de la música), hasta el calculado (aunque para muchos lento) ritmo, pasando por el desarrollo de personajes. Robert Eggers, que así se llama, demuestra una profesionalidad y una claridad de ideas que ya quisieran muchos realizadores de dilatada experiencia. Es en el libreto donde podemos apreciar la obsesión porque el subtítulo de la película no sea una simple pose. Escena a escena, diálogo a diálogo, vemos la psicología de la familia, sus creencias, su relación con una época y un tiempo, el de la religión como pilar existencial y las brujas. El Amor a Dios y el miedo al Diablo, la oscuridad inherente en nosotros que nos hace pecar, el recelo a que el Mal con mayúsculas, en diversas formas nos destruya.


El casting es sencillamente brillante. A excepción de la madre, la actriz Kate Dickie (Lysa Arryn, hermana de Catelyn Stark en ‘Juego de Tronos’ (2011)) el resto eran completos desconocidos para mí. William, interpretado por Ralph Ineson convence, al igual que los demás para ser justos, sólo con su presencia física. Sabe cuando mostrar fuerte al patriarca y cuando mostrar sus vulnerabilidades. Cumplen con ese objetivo tan difícil de lograr con solvencia que tienen estos productos de época, creer que esos actores viven ese rol, que no tengas esa sensación de ver actores del siglo XXI vestidos con ropajes antiguos y recitando palabras que no se creen. (¿Alguien dijo Águila Roja?) Todos dan lo máximo cuando la intensidad de la escena lo pide, nadie se dejó nada en el sótano de sus capacidades. Y me guardo para el final las que para mí han sido revelaciones de la película: Anya Taylor-Joy interpretando a Thomasin y Harvey Scrimshaw poniéndose en la piel de Caleb. No voy a tener miedo de columpiarme si afirmo que la primera es futurible estrella, lo tiene todo, juventud, presencia física, sensibilidad, adaptación, veracidad. Mal tendrían que estar los directores de casting de Hollywood si no la vemos en el próximo lustro como una cara conocida en proyectos de renombre. Salvando todas las distancias, da la misma impresión que daba la entonces desconocida Jennifer Lawrence cuando llamó la atención de todos en la indie ‘Winter’s Bone’ (2010). Puesto a seguir con las odiosas comparaciones, añadiré que Harvey Scrimshaw me trajo a la mente a ese fabuloso actor que es Paul Dano (‘La Juventud’ (2015), ‘Pequeña Miss Sunshine’ (2006)) más concretamente a su personaje de predicador en ‘Pozos de Ambición’ (2007). Versátil, capaz de llevar con contención a Caleb y de hacerlo explotar en una escena que permanecerá en la memoria de todos.


En conclusión, una película que antepone el drama y los conceptos al susto fácil. Que provocará debate y dará que pensar sobre ideas tan complejas como: el miedo, la consecuencia de los fanatismos religiosos, el feminismo, la manipulación, la familia… Una oda al folclore que reivindica el poder de las leyendas y nos recuerda que en manos de la gente adecuada, todavía pueden enseñar muchísimo si queremos ver más allá.
Peter McNulty
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