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Zampapipas rating:
10
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March 25, 2011
5 of 8 users found this review helpful
¿Hay que estar predispuesto a visionar una película de estas características? Algunos dirán que sí, pero sería como ir a la defensiva, lo cual puede dejarnos al borde de la impaciencia, y es que (en mi opinión, por desgracia), hoy en día en occidente somos, además de más brutacos, vamos con más prisa y nos aburrimos con más facilidad; y, sobre todo, la inocencia no es precisamente nuestra característica más destacable, ni tenemos las orejitas limpias y suaves, dispuestas a escuchar fábulas y cuentos del medievo japonés, y encima en blanco y negro. Así que, ¿predispuestos y preparados para ver cine japonés? No estoy de acuerdo, aunque vale para los se acerquen buscando ver una "película", en el sentido que hoy le damos a esa palabra. Para "películas", hoy en día se llevan los thrillers de ven acá que te cepillo, filmes frenéticos, tejemanejes quebrantacabezas con descargas audiovisuales dopantes, casi siempre con más artificio que otra cosa, así hasta que llega el final. Acostumbrados como estamos a eso, revisitar otras épocas bien puede suponernos un esfuerzo tal que nos tengamos que hacer el jarakiri.
Sin embargo, cualquiera que disfrute o aún se asombre o quede embaucado por esa forma de gesticular, de hablar, de interpretar la vida de aquella cultura, que aún pervive, y que a veces nos deja con semblante de sorpresa, como si estuviéramos viendo a niños jugando a ser adultos; esos perfumes (sí, perfumes) y vestidos, ese halo de superstición y magia tan propia de la época medieval... no le afectará lo más mínimo ni que sea una película ni que sea lenta o que vaya a trompicones. Es un soplo de culturas lejanas, ni más ni menos, que no defraudará a nadie que se disponga a dejarse hechizar por un rato. Y yo, a falta de una amante que me acaricie el dorso de la mano... me decanto por Mizoguchi, sus hechizos de cámara y sus espectros de luz, de oscuridad y sus sugestiones fantasmales.
Pero nadie está obligado a ver una película de Mizoguchi, a no ser que se sienta presionado por un lobby de amigos pedorretas. Existen otros métodos para obtener placer, más rápidos y efectivos (como el jarakiri), no hay duda. A mí por ejemplo, como las muñecas hinchables no son lo mío (me raspan), me cansé de ser timado (ir al cine) y no tengo un sueldo maravilloso con el que comprarme una vida (ni siquiera me gano la vida), puedo permitírmelo. Claro que no es Holywood, ¿no hay final feliz? Ni siquiera es un final.
Sin embargo, cualquiera que disfrute o aún se asombre o quede embaucado por esa forma de gesticular, de hablar, de interpretar la vida de aquella cultura, que aún pervive, y que a veces nos deja con semblante de sorpresa, como si estuviéramos viendo a niños jugando a ser adultos; esos perfumes (sí, perfumes) y vestidos, ese halo de superstición y magia tan propia de la época medieval... no le afectará lo más mínimo ni que sea una película ni que sea lenta o que vaya a trompicones. Es un soplo de culturas lejanas, ni más ni menos, que no defraudará a nadie que se disponga a dejarse hechizar por un rato. Y yo, a falta de una amante que me acaricie el dorso de la mano... me decanto por Mizoguchi, sus hechizos de cámara y sus espectros de luz, de oscuridad y sus sugestiones fantasmales.
Pero nadie está obligado a ver una película de Mizoguchi, a no ser que se sienta presionado por un lobby de amigos pedorretas. Existen otros métodos para obtener placer, más rápidos y efectivos (como el jarakiri), no hay duda. A mí por ejemplo, como las muñecas hinchables no son lo mío (me raspan), me cansé de ser timado (ir al cine) y no tengo un sueldo maravilloso con el que comprarme una vida (ni siquiera me gano la vida), puedo permitírmelo. Claro que no es Holywood, ¿no hay final feliz? Ni siquiera es un final.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
* la película admite más de una lectura. Bajo la primera (fábula, cuento para niños, guión simplón, moralina, etc.), existe un trasfondo que analiza con bastante sobriedad la evolución del ego, que será evidente para aquellos que practican el método budista zen soto (los artificios budistas son una forma de expresar cómo la práctica puede dejar atrás el ego con sus vanas ilusiones, ambiciones, esperanzas y miedos). Con especial atención al discurso de la mujer después de morir (ahora,... "[tras dejar atrás los fantasmas del ego]"..., puedo ver al marido con el que siempre soñé). No se trata de amor por la esposa, sino de alcanzar una madurez acorde con nuestra naturaleza.
De cualquier modo, los koanes o fábulas budistas tienden a reunir verdaderas lecciones de aprendizaje con la mayor simpleza y economía en las palabras. Todo para el que lo quiera ver.
De cualquier modo, los koanes o fábulas budistas tienden a reunir verdaderas lecciones de aprendizaje con la mayor simpleza y economía en las palabras. Todo para el que lo quiera ver.