Este filme nos cuenta la historia de un reality show en una isla desierta, dónde llevan a diez asesinos condenados a muerte que deben luchar a muerte entre sí hasta que sólo quede uno. El premio prometido es la libertad para el superviviente. Seguro que os suena la idea, verdad?. Pues sí, estamos ante un refrito de "Perseguido" de Arnold Schwarzenegger y la película japonesa "Battle Royale". Ni que decir tiene que no está a la altura de esas dos producciones, ya que fracasa en sus dos piedras angulares: la acción y la crítica a la violencia en los medios de comunicación.

Vaya por delante que el filme tampoco es un bodrio infumable, los he visto mucho peores. Su comienzo es interesante pero nada más. Han puesto como actores a varios armarios empotrados totalmente embrutecidos, con más testosterona que cerebro, pero que dan el pego a la hora de arrearse mamporros a tutiplén, con ellos también están un par de mujeres muy fuertes físicamente pero sin llegar a perder su atractivo femenino por ello. La banda sonora es potente y con mucha fuerza, pero todo esto no salva de la hecatombe a la cinta por dos motivos principales: Las escenas de peleas y tiroteos no se ven bien, están muy mal rodadas. La cámara está demasiado cerca de la acción en muchos momentos, cosa que dificulta su visionado, llegando incluso a marear en algunas ocasiones. Los efectos especiales son flojos para el tipo de película que se espera, en algunos momentos parecen casi de serie B. Además, las escenas más crudas y con mayor salvajismo nos la solapan de forma poco sutil. Y todo esto, para una película que basa su potencial en la acción y en la violencia, es sin lugar a dudas imperdonable. El otro motivo del fracaso es que nos intentan colar un mensaje de crítica al beneplácito de los medios de comunicación por la violencia. A la morbosidad y el dilema moral que plantearía poder ver el espectáculo de la muerte en directo, pero esta crítica está hecha en forma de filosofía barata y bastante absurda, llegando incluso a dar verguenza ajena.