En un mundo en el cual vemos a diario noticias negativas y catástrofes, apetece ver historias felices, gente que no se hunde con el mínimo problema sino que tira de ingenio y capacidad de reacción para hacer frente a esta nueva y desagradable situación.

Cuando todo parece ir bien en tu vida, tu novio se convierte en un cantante de éxito, su carrera sube, estrena casa nueva y nuevos lujos y da la sensación de estar tocando el cielo, ocurre algo que te devuelve a la más cruda realidad. Por otro lado, si tu carrera como productor llena de éxitos y habiendo ganado mucho dinero disfrutando con una vida acomodada, después de varios años de estancamiento acaba con un despido de tu empresa y con los bolsillos con los pocos dólares que te quedan, igualmente te preparas para vivir en esa dura realidad. ¿Pero si se juntan estas dos personas condenadas al fracaso, existe la posibilidad de alcanzar el éxito personal y laboral?

John Carney aprovecha el mundo tan amplio de la música para traernos una historia doble, pero que paralelamente van de la mano entre ambos protagonistas. Una chica con talento musical a la cual no ha acompañado la suerte y por otro lado un productor al que parece haberle abandonado. Una con ganas de tirar todo por la borda y volver a su lugar de origen con el rabo entre las patas. El otro con un sexto sentido para descubrir el éxito seguro en dicho talento y el cual tendrá que convencer a la chica para que confíe en su instinto.

La película transmite buen rollo, no haciendo hincapié en lo negativo sino todo lo contrario, potenciando las virtudes de los protagonistas. A cada problema, aparece una solución muy original. Atentos a como selecciona el conjunto de músicos y a los lugares donde graban las canciones. Me ha encantado Keira Knightley en ese personaje real, jamás unos dientes torcidos me parecieron tan perfectos y creíbles. Mark Ruffalo está soberbio en ese papel de productor destructivo y desganado con casi todo. James Corden me ha resultado muy natural y gracioso, me he creído su personaje totalmente. Adam Levine prácticamente hace de si mismo, así que ni fú ni fá.

Lo dicho, historia de muy buen rollo para disfrutarla en familia y con amigos cuando los ánimos estén por los suelos.