Luego de adentrarse en el cine documental, Ester Martin Bergsmark debuta satisfactoriamente en la ficción adaptando una popular novela sueca junto a su autora, en una juvenil historia de amor entre chicos que deben encontrar su identidad.

Sebastian, un chico andrógino y con trabajo rutinario, en realidad quiere ser Ellie, conoce a Andreas, un chico heterosexual pero que se siente atraído por el lado femenino de Sebastian, y con quien disfruta pasar el rato siempre en situaciones desbordantes, excitantes y hasta tóxicas.

La película muestra el recorrido que habrá de hacer Sebastian en busca del amor pero sobre todo de la propia aceptación tal como él se visualiza, en Ellie, quien conforme avanza el relato se apodera de la personalidad y cuerpo de Sebastian, mientras el conflicto interno de Andreas es aún más difuso, pues no tiene muy claro, y el filme no se apura en aclarar, que es exactamente lo que él quiere.

El entorno de Sebastian irá desapareciendo mientras la figura de Andreas se convierte en su todo, sin dramatismos ni tremendismos, Sebastian/Ellie vivirá su conflicto interno con un desatinado subrayado a cargo de una voz en off demasiado aclaratoria, con temas que deberían sugerirse a través de imágenes, si acaso el gran pero de las decisiones a cargo del director.

De ahí en más el relato no tiene pudor en mostrar imágenes lo mismo sugerentes que explícitas de una relación que se vuelve tortuosa y dañina para Sebastian, y que le condiciona no priorizar sobre la decisión de su identidad, en una acertada interpretación a cargo del debutante Saga Becker, quien dota de esa precisa indefinición a su personaje.

Con una sobresaliente banda sonora, que se insertan de manera tal que se torna el complemento perfecto al relato, Ester Martin Bergsmark acierta al mantener su cercanía con su personaje todo el tiempo, sobre todo en ese momento cumbre en que Sebastian siente la luz en su rostro por esos rayos de sol naciente y consigue, por fin, esbozar una sonrisa que denota certeza.

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