El reencuentro de la directora Sharon Maguire con Renée Zellweger y el personaje que las llevó a la fama quince años atrás, la regordeta treintañera Bridget Jones, es una agradable y feliz sorpresa, con una tercera entrega que funciona por momentos casi al nivel de la primera.

Ahora pasando los 40 años, Bridget ha bajado de peso y se ha concentrado en su trabajo como productora de un noticiario, rodeada de amigas casadas y con hijos, debe pasar en soledad su cumpleaños, el cual se alarga el fin de semana al acudir a un concierto donde conocerá a Jack (Patrick Dempsey), un exitoso empresario.

Al paso de unos días se reencontrará con un recién separado Mark Darcy (Colin Firth) en un bautizo al que han sido invitados ambos como padrinos, tras ese encuentro vuelve al trabajo donde tiene una nueva y joven jefa, que pretende modernizar el noticiero, pero todo se trastoca cuando Bridget se entera que está embarazada, y lo peor, no sabe de quién es el bebé.

Esta tercera entrega posee varias virtudes, destacando el gran nivel actoral de todos los actores destacando la agradable y orgánica inserción de Patrick Dempsey en un reparto ya consolidado, en una película que respeta todas las convenciones de la comedia romántica en base a un sólido guión escrito, entre otros, por Emma Thompson, quien interpreta a una divertida y ácida doctora quien tiene momentos muy efectivos.

Sin llegar a ser ni novedosa ni profunda, la película consigue ser una efectiva secuela que da continuidad a la historia de manera adecuada y actualiza a su personaje principal y su entorno de manera práctica.

Los diálogos y algunas situaciones consiguen ser ingeniosos y graciosos, aunque la resolución se alarga un poco innecesariamente ante un final que más o menos puede anticiparse y que deja la puerta abierta para futuras secuelas.


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