La película no es mala en sentido material: la ambientación de la época (vestimenta, arquitectura, lenguaje,...) es del todo precisa así como la reconstrucción de la ciudad, además a lo largo de la película se muestran los diferentes lugares que componen la zona de Trulalá en la que se desarrollarán los hechos.

Sin embargo el guion es absolutamente malicioso, se invierten los papeles haciendo que el héroe sea visto como villano (probablemente porque haya partidarios de Conan metidos en la producción). Así Barnaby, el emperador legítimo de Cimmeria, Plepo, por legado, de Trulalá, heredero del "sombreritus", favorito de Graskón, etc, etc, queda ridiculizado por la perversa perspectiva desde la que se desarrolla la trama que acaba justificando la explotación infantil y la producción de armamento nuclear con tal de negar una evidencia histórica: la autoridad de los Zul sobre Cimmeria.