Casi por presión popular me vi obligado a leer una novela sobre la que no tenía la más mínima duda de que iba a ser un rollazo. Efectivamente, lo es, pero por lo menos tiene una virtud, tan sólo una: hay cierta intriga. En cambio la versión cinematográfica de Ron Howard carece de ella, entre otras razones, porque sabemos lo que va a pasar. Cierto que si has leído "El Código Da Vinci" esto es inevitable razón por la cual hubiera sido necesario hacer algunos cambios para buscar la sorpresa, y meter más acción. Claro que con el despropósito monumental que escribió Dan Brown, la única solución es alejarse lo máximo posible del texto original cosa que al no hacer Howard, defrauda. Sea como fuere, su película aburre y, lo que es peor, es tremendamente artificiosa y estúpida, pues muy poco de lo que pasa es creíble. No sólo por la ristra ridícula de pistas sino por la forma de resolver ciertas secuencias ya sea con una paloma o un casquillo de una bala. Y los giros, para crear suspense o el malo, es que son de chiste.

Mención especial merece "El código Da Vinci" como fenómeno social. Primero, hay que aclarar que se trata de una novela y no de un libro de historia, cosa que la inmensa mayoría de lectores-espectadores se les escapa. En realidad el mensaje de Dan Brown no es más que una sarta de falacias, una mezcla perniciosa de algunas verdades con flagrantes mentiras. Lo grave es que el público se lo haya tragado como si fuera la verdad revelada. Como botón de muestra consultar SPOILER. Mientras tanto se puede especular y fantasear lo que sea pero en el hipotético caso de que se descubriera que Jesús tuvo mujer y descendencia no pasaría absolutamente nada. Ni siquiera si Jesús sólo fuera hombre. Esto no es tan importante como saber si existe Dios, el alma o el más allá. De todos modos, si Jesús no era divino, ¿qué nos importa la sangre real? En cambio un Jesús, Dios mismo, confiere al Santo Grial toda la magia que aparece en "Indiana Jones y la Última Cruzada" o "Excalibur" pero no en esta inmensa parida de Dan Brown.