Albergaba muy pocas esperanzas en esta secuela de "Deadpool", a pesar de unas críticas mayoritariamente buenas y un lucimiento en los cines que la ha llevado a ser la novena más taquillera del año en todo el mundo con algo más de 734 millones y medio de dólares recaudados. Pero lo que me encuentro ha superado mis mayores temores. Una película larguísima, descaradamente insustancial por su vulgar trama, y lo peor de todo, que no hace absolutamente nada de gracia. Me parece que no me he reído ni una sola vez. Todo ello acompañado por un protagonista que cae muy mal, un peñazo de tío con su verborrea grosera y que se cree más guay que nadie. No estoy muy puesto en el tema de los superhéroes pero me desesperan aquellos que parecen inmortales. Este Deadpool (Ryan Reynolds) no la palma aunque lo partan por la mitad. Qué frustrante.

Pero vayamos a la clave de "Deadpool 2", que es que no hace nada de gracia. El humor, tal y como lo entiende David Leitch, es pronunciar constantemente tacos y eso no es divertido. Su único recurso es el chiste fácil para cualquier situación, es decir que puedes insertar en cualquier película o trama, pero tampoco funciona aquí. La presente obra carece en absoluto de situación cómica y lo que es peor, su suma corrección política arruina cualquier posibilidad de carcajada. Sí, lo he escrito bien, "corrección política". "Deadpool 2" va de gamberra y transgresora pero en realidad no lo es en absoluto, sino moralista, pacata y ñoña. Que basura de comedia paródica me estás haciendo si ellos son los más románticos, leales, valerosos y sacrificados superhéroes en una aventura convencional. Pero si hasta defiende la igualdad de género. Más dócil no puede ser.