Las películas sobre el holocausto judío y los campos de exterminio se cuentan por docenas. Las hay buenas, malas y regulares, y es prácticamente imposible que no acaben cayendo en algún tópico. Lo malo es que los tópicos suelen ser bastante típicos, y cuando se trata de denunciar las atrocidades perpetradas por los regímenes totalitarios (se echa en falta alguna buena película sobre los métodos de exterminio estalinistas), nunca es suficiente el esfuerzo que se haga. La principal novedad de este filme de Gavras radica en el papel nada inocuo jugado por la Iglesia, tanto la católica, como la protestante. La recreación de Pío XII, físicamente bastante fiel al enjuto Pacelli es calculadamente distante pero demoledora. No en vano ha pasado a la historia como “el papa de Hitler”, mal que le pese a la jerarquía eclesiástica y a su feligresía. Por ahí circulan algunos libros bastante bien documentados al respecto. El Vaticano prefirió mirar para otro lado mientras no vio peligrar su propia existencia, aun a costa del sufrimiento de millones de judíos y no pocos católicos. Al fin y al cabo, otra de las ocupaciones de los nazis era el exterminio sistemático de comunistas. Pues eso, lo del árbol y las nueces. No es de extrañar que se tuvieran que ir a recrear el Vaticano a la misma Rumanía. Con la Iglesia hemos topado.
Por lo demás, desconozco hasta qué punto la biografía de Gerstein es verídica, o si la figura del sacerdote católico existió realmente, pero en cualquier caso los personajes están bastante bien construidos y resultan creíbles.