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Poland Poland · Terrassa
Taylor rating:
9
Western. Adventure Ethan Edwards (John Wayne), a case-hardened Civil War veteran, returns to his brother Aaron's (Walter Coy) Texas home in 1868. When Rev. Samuel Johnson Clayton (Ward Bond) arrives to raise a posse to run down the Comanche who have stolen the cattle of neighbor Lars Jorgenson (John Qualen), Ethan is among those who join him. They return to find the Edwards family slaughtered and the two girls, Lucy (Pippa Scott) and Debbie (Natalie ... [+]
Language of the review:
  • es
December 19, 2009
272 of 328 users found this review helpful
“Verás, el mundo se divide en dos categorías…” decía El rubio en “El bueno, el feo y el malo”. Pues bien, si me lo permitís voy a parafrasearle. Solo un poquito.

Veréis, FA se divide en dos categorías: los que aman “Centauros del desierto” y los que no. Los que le adjudican esas merecidas 8, 9 o 10 estrellas y los que la castigan con 5, 6 o 7. De los que la catean prefiero no hablar. Sería desagradable.

Yo soy, como habréis adivinado, de los que la veneran. No porque sea mi western preferido ni porque la considere perfecta, porque no lo es. La venero, sencillamente, porque jamás había visto a un cineasta sacarle tanto partido a un personaje. Un personaje, el de Ethan Edwards, que podrá gustar poco o nada, pero que sintetiza -en cualquier caso- la personalidad más compleja jamás observada en un icono del western. Y solo por eso vale la pena ver “Centauros del desierto” las veces que sea necesario.

Todo lo demás, a mi juicio, es secundario. Tanto lo bueno como lo malo. La rapidez de los caballos, la tonalidad del río, la puntería de los indios, las incongruencias geográficas o cronológicas… todo eso ni me molesta, ni me disgusta. Me parece poco relevante, vaya. Tan poco relevante como la fotografía, la extraordinaria selección de planos, el montaje o cualquier aspecto que tenga que ver con la narrativa clásica de Ford. Y digo que no me parece relevante porque en un maestro como Ford todo eso y más se da por hecho.

Lo que sí me parece extraordinariamente relevante, excelso y sublime es -como ya he dicho antes- la inconmensurable hondura psicológica con la que Ford modela a su protagonista. Un tipo solitario, hosco, desagradable, intolerante, obstinado, racista y cruel. Un tipo con el que resulta imposible empatizar pero por el cual uno no puede evitar sentirse fatalmente atraído. Porque por mucho que podamos llegar a deducir a través de sus propias reacciones o a través de las sutiles y metafóricas imágenes de Ford, Ethan Edwards es una persona que alberga un oscuro pasado. Un pasado que le impide adaptarse o integrarse a ningún tipo de ámbito social o familiar y que le obliga a vivir tan errante como los indios a los que odia y que no son más que el reflejo de la repugnancia que siente hacia sí mismo.

En fin, que cada cual es muy libre de extrapolar la inevitable animadversión que suscita Ethan Edwards a la peli en sí pero creo, sinceramente, que establecer este tipo de paralelismos constituye un tremendo error. Pero bueno, tampoco pretendo convencer a nadie. Ni tan solo pretendo buscarle justificaciones a la peli porque, francamente, no las necesita. Solo quería dejar bien claro que Taylor pertenece a la categoría de los que aman esta peli. Y ese es un privilegio que nada ni nadie me podrá arrebatar. Amén.
Taylor
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