Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero cuando uno tiene la oportunidad de ver en una misma semana dos pelis con temáticas tan similares, cotejarlas entre sí constituye -posiblemente- un ejercicio cinéfilo del todo inevitable. Así pues, permitidme decir que mientras “Ladrones” me ha parecido la típica fantasmada de acción yankee con un entramado argumental rudimentario y pueril visto una y mil veces, “Ciudad de ladrones” me ha constatado -por de pronto- dos cosas: que Ben Affleck es mucho mejor cineasta que actor y que, tratándose de su segunda exitosa experiencia como cineasta, las probabilidades de convertirse en el futuro sucesor de Clint Eastwood cada vez son más elevadas.

Quizás exagere, de acuerdo, pero hacía ya un tiempecillo que no me encontraba en cartelera con un trabajo así. Con una peli rodada a la antigua usanza: sin prisa pero sin pausa. Con una peli bien contada, bien narrada y bien ejecutada. Con una peli en la que amor y conflicto ético se entremezclan con una trepidante trama policíaca y en la que el persistente aroma a cine negro y thriller setentero contentará -por lo menos- a todos los que, como yo, seguimos echando de menos en el cine actual la indeleble impronta del cine clásico.

En fin, que -como comentaba anteriormente- las comparaciones siempre suelen ser odiosas. Pero lo que está claro es que, visto lo que se cuece en el cine actual, en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Aprovéchalo, Ben. Aprovéchalo.