Sorprendente y merecido pelotazo de un director, Shawn Levy, con cierta fama de ‘tío para encargos’ de los que gustan a productores porque tiene claro su rol de hacer cine para entretener y recaudar sin demasiadas inquietudes de trascender o revolucionar y también a actores famosos porque, consciente de que la película será más comercial cuanto más partido saque a sus estrellas, suele ponerlas por encima de la obra. Un director de equipo que asume el concepto de ‘comercial’ como inherente a su naturaleza. Con “Free Guy” cuadra el círculo dejando contento a todo el mundo y, de paso, haciendo una buena película en todos los aspectos pero que, probablemente, sea de las que mejor conectan con la comunidad gamer en los tiempos actuales de conectividad total.

Y es que películas de videojuegos hay muchas y, por lo general, decepcionantes. A casi todas las pasa lo que esa mítica escena de los Simpson en la que el Señor Burns se presenta a la política y sus asesores le recomiendan una imagen juvenil que atrape el voto de todas las edades, por lo que se viste con la ropa hiphopera de Jimbo y utiliza jerga random: que son películas sobre un mundo extremadamente dinámico, que cambia por meses o semanas y que están por gente ajena a ese universo que habla de oidas, con referencias cogidas de Wikipedia y que terminan dando el mismo cringe que el pobre Mr- Burns.

“Free Guy” logra hacer una revisión de “El Show de Truman” en un contexto de juegos en red multijugador perfectamente reconocible por expertos y con un tutorial de explicaciones suficientes claras para no iniciados sin, por ello, perder ritmo o parecer fuera de lugar o época. Unimos a eso unos efectos digitales espectaculares y empleados con mesura, un guion que recorre los elementos más icónicos del mundo virtual de hoy y de siempre con humor y acción y que, encima logra contener al habitualmente desbocado y cargante Ryan Reynolds y que se ciña a un buen papel. Trepidante y entretenida hasta el final, divertida en el mundo real y en el mundo informático, “Free Guy” logra sensaciones en la línea de “Ready Player One”, aunque le falte su épica, su juego nostálgico y su ambición. Aún así, su mayor sencillez la hace más fácil de ver y de seguir por todos los públicos.

En definitiva, una película que sabe lo que quiere contar y lo hace como a la gente le gusta. Se lo iba mereciendo el bueno de Levy.