Terry Gillian es un gran director, pero está claro que yo no sé valorarlo. Admiro su potencia visual, su estilo propio, el valor para hacer lo que quiere, sus flipes oníricos y, en este caso, su capacidad de improvisación para sobreponerse a la trágica muerte de Heath Ledger… pero cuando el despliegue artístico no va acompañado de cierta sustancia siento que pierdo el tiempo viendo imágenes muy bonitas sin nada que las respalde. Reconozco que me ha gustado lo que he visto, pero no sé qué coj… he visto: no me preguntéis por la intención de la película, su mensaje ni su moraleja porque no entendí nada., ni siquiera sería capaz de realizar un resumen. Podría decir que hay mucho colorido, mucha imaginación y mucho mundo irreal… pero no por qué.

Al margen de la puesta en escena del universo Gilliam, lo más destacado es como la película supera la ausencia de Heacth Ledger haciendo de la necesidad virtud, y en lugar de empezar la película desde cero o abortarla, la rediseña para repartir el papel de Ledger entre otros tres importantes actores de hoy: Jude Law, Collin Farell y Johnny Deep. Cada uno se encarga de una parte de la película y es de los pocos detalles en los que siento que Gilliam hace un homenaje elegante e inteligente y no un simple ejercicio de pericia artística.

Gustará a los incondicionales de Gillam y seguramente la crítica experta podrá poner palabras a esta película, incluso explicar de qué va. A la gente de la calle, lo normal es que resulte agradable en una tarde ociosa o causar desesperación si te coge desprevenido. Es como una obra de arte que adorna mucho, pero entretiene poco.