Que hace ya mucho tiempo que la saga Resident Evil va cuesta abajo y sin frenos lo sabe todo el mundo. Que sus cimientos son tan sólidos como para que la peor entrega se termine viendo porque se asume que tiene algo que ofrecer en términos narrativos, visuales, argumentales o por simple coleccionismo, también. Por eso, no tiene sentido perder el tiempo enumerando los cientos de defectos achacables a este supuesto Capítulo Final (me creeré que los productores renuncian a seguir llenándose fácilmente los bolsillos cuando pasen quince años sin noticias a Alice) y resulta más terapéutico centrarse en exponer por qué seguimos tragándonos cada nuevo episodio.

Es verdad que, como viene pasando desde la tercera parte, a la saga se le nota cierta improvisación argumental, como que va siendo escrita sobre la marcha sin visión global y que cada nuevo equipo de guionistas tiene que devanarse los sesos para escribir algo sin caer en contradicciones. Y, particularmente, este “Residen Evil: Capítulo Final” no parece haber sido creado con demasiada solvencia presupuestaria, más bien va con lo justo en lo que se refiere a explosiones y disparos, no se corta en el uso de personajes digitales, reutiliza decorados, reduce la luz al mínimo y apenas muestra algún combate cuerpo a cuerpo de los que requieren invertir en preparación y asesoramiento.

Pero, sin embargo, por mucho que se le quiera ningunear como un simple director de películas de mucha acción y poca letra, sigue contando con Paul W. S. Anderson al timón que es un tío competente que sabe contar una historia a través de escenas. Conoce el oficio para que la trama no tenga agujeros ni deje cabos sueltos, sabe sacar el máximo partido a los efectos especiales y sabe colocar a protagonistas y figurantes de la manera que resulte más vistosa. Otro acierto es poder seguir disponiendo de Mila Jovovic para que el espectador perciba una idea de continuidad en la saga y se sumerja sin excesivos problemas en un ‘Universo R.E.’. Aunque cada vez es más difícil encontrar motivos para resucitar a Alice (ya ha muerto varias veces) y encontrarle enemigos contra los que luchar (ya se ha cepillado a la Corporación Umbrella y sus sucedáneos otras tantas), ver en pantalla a Jovovic da credibilidad al producto como un elemento pata negra de la saga y no como un intento de estirar el chicle. Al final, entre la una y el otro, la película transcurre con la espectacularidad y fluidez acostumbradas y el espectador asiste a un nuevo par de hitos en la epopeya.

Con sus virtudes y sus defectos, “Resident Evil: Capítulo Final” es un must para los seguidores de la franquicia y una película decente para los que sólo deseen pasar el rato. Realmente, su gran enemigo son los quince años transcurridos desde el “Resident Evil” inicial y este presunto cierre de saga, que nos pilla a algunos en fuera de juego en lo que se refiere a continuidad y nos impide apreciar guiños y conexiones entre películas, el factor sinergia. La verdad es que sería un buen momento para dejarlo y, si acaso, plantearse seguir la historia en un formato de animación más abierto a mantener el nivel de vistosidad con menos recursos.