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Spain Spain · Madrid
Charles rating:
6
Drama A contemporary tale exploring the demons of our celebrity-obsessed society. Stafford Weiss is a psychotherapist and life coach who made his fortune with self-help books. His wife is the overbearing mother-manager of their 13-year-old son, a TV star recently out of drug rehab. Their estranged daughter has just been released from a psychiatric hospital and befriended a limo driver who is also an aspiring actor. One of Stafford's celebrity ... [+]
Language of the review:
  • es
April 8, 2015
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Pocos géneros tienen tan arraigado en su historia lo que cuentan como la sátira.
A la hora de hacer una sátira se debe ser, por fuerza, casi burdo y exagerado, para hacer saber al público que lo que están viendo solo es lo normal acentuado por una gruesa lupa que deforma la realidad para destruirla.
Y sin embargo, a la vez ese cristal deformante enormiza los rasgos más desagradables y menos vistosos normalmente, como el retrato de un rostro que se descubre lleno de marcados poros.

En 'Map to the Stars' ese rostro no solo desvela sus poros, sino sus arrugas, sus pecas, puntos negros, acné y horrible forma.
Ya sabíamos cómo era Hollywood, nunca fue el campo de sueños que nos vendieron, y, quizá consciente de ello, Cronenberg opta por la menos sutil de las obviedades al hacer que cada uno de los habitantes de ese infame lugar sean auténticos despojos apenas dignos.
Ahí está la clave, de todas maneras: nada mejor que contar una historia en la que no sientes la menor empatía hacia nadie, pero a la vez, y a un nivel primario, logras comprenderles.

Agatha, la pobre chica quemada, la única que de entrada renuncia a la apariencia, eso imprescindible en el mundillo, es la particular guía por esta feria de monstruos.
Abotargados por las drogas, ciegos por la avaricia, locos por el estatus, ansiosos por rascar un milímetro más del foco de la fama... todos para no desvanecerse, para no morir en una industria que les querrá de la manera más egoísta posible y les dará la patada a la primera oportunidad.
Probablemente pudiera faltar la mirada alejada de ello, pero apostaría incluso a que algo de metacine hay de por medio: en la sala de cine, hemos pagado por ver a estas estrellas, y a cambio, tenemos un asiento privilegiado de sus miserias.

Havana Segrard probablemente sea el definitivo producto de Hollywood: una actriz mediocre y burda de mechas rubias estropajosas, que ha ascendido en la escalera por nacer del sitio adecuado, y a la que el talento y ni mucho menos el buen gusto o la decencia parece acompañar.
A través de sus impulsos se puede trazar toda una radiografía de la estrella, en su peor sentido: aquella que es capaz de llorar una muerte pensando en sus beneficios, o desear lo que no tiene simplemente por el hecho de que puede tenerlo.
En estas, Julianne Moore echa el resto y se transforma en cuerpo y alma en una repulsiva 'celebrity' símbolo de los tiempos.

Lo que más ironía añade a la sátira probablemente sea ese aspecto desnaturalizado de Stanford y Jerome (dos caras de una misma moneda), carismático John Cusack y pelele Robert Pattinson respectivamente: actores/escritores/artistas/terapeutas/predicadores/chóferes y un sinfín de barras más, como dando a entender que alcanzaran con el brazo que mejor les venga esa idolatría que creen merecer.

Y los muertos, hablemos de los muertos que, metidos bajo la alfombra, no paran de apestar.
Hollywood no debe ni tiene que respetarlos, convirtiendo su tragedia en otro ladrillo en la escalera: resulta revelador ver el desprecio y la falta de tacto mostrada con una enferma, cuyo dolor es mercantileado hasta extremos de crueldad inmunda por un niño actor que ni siente ni padece.
La madre de Havana, Clarice, también participa de esta broma, convertida en un fulgurante recordatorio de todo lo que nunca podrá ser ella, una joven guapa, talentosa pero sobre todo imposiblemente glamourosa, misteriosa, como si nunca hubiera existido fuera de la pantalla, nunca hubiera sido mortal. La crueldad es completa cuando la propia Clarice "actua" un diálogo de Havana, demostrando que, incluso en la vida, seguirá dando más pasión y misterio de los que nunca su hija será capaz.

Todo parece precipitarse a un único fin: quiero ser famoso, recordado, inmortal, quiero que la gente me adore por existir. ¿Motivo? Nunca tuvo por qué haberlo, solo se necesita un ego bien alimentado.
Y aunque se fracase, se puede volver a intentar, cada vez más penosos, menos valiosos, pero igual de desesperados. Puede ser que, de todas las miradas, por eso mismo la de Agatha sea la única válida, la de saber que toda estrella se acaba consumiendo.
Charles
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