Alucinante voz en off, alucinante música, alucinante pasarela de almas diversas, alucinante estética... ¿Más alucinaciones? No es cierto, estrictamente no han sido alucinaciones sino realidades como bofetadas, con un Pesci más allá de donde no se puede llegar nunca y un De Niro paralelo a una femme fatale Stone prodigiosa e inolvidable. Ellos protagonizan nada menos que tres horas que discurren como un rayo, una portentosa exhibición que supone la mejor manera de hacer las cosas con los mejores elementos. Y en el centro de toda crítica, positiva o negativa, siempre el mismo acaparador para lo bueno o lo malo, Scorsese en este caso, un pequeño diablo, brillante y genial.

La trama no pasa de ser una historia corriente, muchas veces vista antes en parecidos contextos. Muchos dicen que es la típica de gánsters, con los mismos personajes y diferentes caras, para mí no hay ninguna otra película que durante tres horas me haya sobrecogido así. Scorsese sabe aunar de forma más que solvente los elementos que tiene, los moldea con su estilo gamberro y nos los presenta de forma exquisita, es casi imposible aburrirse. Cuando no es la suntuosidad del dinero que no nos permite cerrar los ojos, es la explosión en forma de supernova de algún personaje que da un giro al guión. Mientras aparece y desaparece Pesci con alguna de sus locuras la voz en off detalla lo justo para pasar a otro nivel de dificultad mayor en la trama.

La inteligencia de la jauría de humanos que se nos presenta, nacidos para ser atraídos por el dinero, se mezcla con sentimientos profundos de ira y desprecio. ¿Qué se puede decir de la relación De Niro-Stone? Mientras suena la música y el narrador nos sitúa en el lugar, uno tras otro se complican la vida y sacan lo peor. Una historia perfecta, unas interpretaciones deslumbrantes y un final de boca abierta; Scorsese consigue fabricar la obra perfecta.