Del cine a Broadway y de Broadway otra vez al cine. Este es el extraño periplo por el que ha pasado "Nine".

En 1964, el maestro italiano Federico Fellini ganaba dos Oscar gracias a "Otto e mezzo (8½)", un cuento surrealista que narraba la crisis creativa de Guido (Marcello Mastroianni), un director de cine y su tortuosa relación con las mujeres. En 1982, se estrenaba en Broadway un musical inspirado en el filme. Ahora, este círculo se cierra en 2010 con , una nueva versión de la obra teatral adaptada a la gran pantalla y dirigida por Rob Marshall, el mismo que llevó al cine el musical "Chicago".

El resultado de tanta ida y vuelta es, en mi opinión, un musical pretencioso, bastante aburrido y muy mal dirigido.
Si analizamos la parte dramática de "Nine" podemos decir que no admite comparación con el original italiano puesto que carece por completo de la fantasía onírica con la que Fellini nos transportaba al interior de un hombre —él mismo— con imágenes surrealistas incomparables, y que Marshall se limita a poner sobre el escenario con un montaje tipo videoclip que resulta bastante insustancial y vacío.

Pero si nos olvidamos de "Otto e mezzo (8½)" y nos centramos únicamente en analizar "Nine" como musical el resultado tampoco resulta satisfactorio pese a contar de inicio con unos buenos mimbres y un buen plantel de actores. Ni las canciones ni los números musicales son nada del otro mundo y no perdurarán en nuestra memoria salvo el tema de Cinema italiano y la sensualidad que desprende el que interpreta Penélope Cruz.
El elenco de interpretes está muy desaprovechado y únicamente es destacable la actuación de Marion Cotillard que derrocha talento y sentimiento.