Necesitábamos una continuación y Denis Villeneuve ha recogido el testigo con 'Blade Runner 2049' para regalárnosla con el beneplácito de Scott, productor del filme. Nuevos replicantes; nuevos escenarios, pero las mismas emociones. La secuela ideal de una película que funciona de principio a fin. Ryan Gosling, hiératico como siempre pero esta vez más que justificado, borda el papel del nuevo blade runner llamado K, inmerso en la investigación de un caso que, de salir a la luz, revolucionaría a una sociedad caótica, sin alma, y donde androides y humanos apenas son distinguibles.

Las comparaciones son odiosas y 'Blade Runner 2049', por razones obvias, nunca podrá salir bien parada frente a su predecesora. Sin embargo, por separado, es muy buena. Todo funciona hilvanado por la cámara de Villeneuve. Efectos visuales de matrícula de honor; un gran reparto y un guión, largo sí, pero notable. Mantiene el mismo espíritu que la película de Ridley Scott. La mezcla acción, ciencia ficción y filosofía sigue igual de fresca que hace treinta y cinco años y, por tanto, la emoción de tener delante todo el conjunto continúa intacta.

Porque otro de los aciertos de Blade Runner 2049, aparte del orgasmo visual, son los constantes guiños a la original. No solo porque la historia es una evidente continuidad pasados treinta años de las primeras rebeliones replicantes. Sino porque frases, incluso personajes y todo el envoltorio 'noir' de la cinta de Scott están presentes en el trabajo de Villeneuve.

Como colofón, la banda sonora de Hans Zimmer es el acompañante ideal a toda la trama. La música es esa pareja que llevar al baile de fin de curso para recordar eternamente el final del instituto. Intensa, poderosa y en todo momento abrigando los acontecimientos de la pantalla. Al igual que todo el conjunto, Zimmer es un digno heredero de Vangelis, y la tarea era harto complicada.

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